Empleo e Ingresos

¿Qué ocurrió en el mercado de trabajo durante el tercer trimestre?



Se ratifica la tendencia: más gente se vuelca al mercado de trabajo

¿El desempleo encuentra un piso? Durante el tercer trimestre del año, la tasa de desempleo fue de 7,1% de la Población Económicamente Activa (PEA), interrumpiendo la tendencia bajista iniciada en la salida de la pandemia. Por su parte, la PEA fue de 47,6% de la población de referencia (31 aglomerados urbanos, cerca de dos tercios del total del país) y la tasa de empleo 44,2%, dos registros levemente inferiores a lo del trimestre pasado.

Sin embargo, lo relevante es destacar que la población continúa volcándose al mercado laboral. En el tercer trimestre se incrementó casi 3% i.a. la cantidad de personas que trabajan o lo buscan -si miramos el promedio del año el avance es de 3,2% i.a.-, bien por encima del crecimiento poblacional -en torno a 1%-.

Los dos principales destinos para estos nuevos “participantes” fueron el cuentapropismo y el empleo asalariado informal. Para el primer caso, el crecimiento de 2,6% i.a. en el trimestre -levemente superior al promedio anual- implica que el 12,2% de la población pertenece a esta categoría, alcanzando el máximo desde al menos 2016. Respecto a lo segundo, se debe decir que aumentaron casi 20% i.a. -23% i.a. como promedio anual-.

Puesto en el contexto de la situación económica general, y recordando que el tercer trimestre estuvo caracterizado por una nueva aceleración nominal tras la salida del entonces ministro Martín Guzmán, ambas dinámicas reflejan la continuidad de lo que hemos remarcado en otros momentos: el efecto trabajador adicional sigue siendo importante para explicar la dinámica de las principales variables del mercado de trabajo, producto de la necesidad de sumar ingresos en familias cuyo poder adquisitivo tambalea. Más aún, la imperiosa voluntad de obtener estos ingresos y el lugar de la pirámide social donde la crisis se siente más vuelca a las personas a autoemplearse o bien aceptar empleos de baja calidad, reduciendo la probabilidad que esto se traduzca en un mayor desempleo.

Por otro lado, los asalariados formales cedieron 2% i.a., exhibiendo un estancamiento a lo largo del año. Si bien esto contrasta significativamente con los datos del Sistema Integrado Provisional Argentino (SIPA), que muestra un aumento de 4,2% en el acumulado del 2022, se trata de una discrepancia habitual debido a que este último capta toda la población del país y no una muestra del área urbana.

¿Qué esperamos para 2023?

No esperamos que la tendencia observada en la calidad del empleo se modifique, en donde el empleo informal y el cuentapropismo traccionaran el crecimiento. Asimismo, la magnitud de esta expansión dependerá de la evolución de la PEA, que si bien ya se ubica en máximos, podría seguir creciendo si el efecto trabajador adicional deja de ser un fenómeno que afecta a las familias de menores ingresos y se extiende a sectores medios.

Creemos como más probable que el resultado será un sostenimiento de los valores actuales del desempleo: los nuevos participantes del mercado de trabajo tenderán a seguir insertándose en trabajos de no tanta calidad. Un eventual avance del desempleo estará atado a una profundización de la crisis, que reduzca la demanda de trabajo y al mismo tiempo deprima los salarios reales, alimentando el efecto trabajador adicional.

Ampliando el horizonte: el desempleo en perspectiva

Tal como lo hicimos cuando se publicó el último informe de INDEC, realizaremos una comparación respecto al 2018, en este caso respecto al acumulado hasta el tercer trimestre. Seleccionamos este momento para poner en perspectiva esta tendencia, evitar el “ruido” generado por la pandemia y comparar con el punto inicial de la crisis en la que está inmerso el país desde entonces.

Las preguntas a responder son las siguientes: ¿cuánto creció la participación de la población en el mercado de trabajo? ¿respondió el empleo a esta dinámica? Si es así, ¿por qué?

Este análisis arroja un avance de 6,7% de la PEA en estos cuatro años, evidenciando un crecimiento de casi 3 p.p. superior al que hubiera correspondido al crecimiento poblacional. Esta mayor cantidad de personas fue absorbida por puestos de trabajo (el empleo total creció más de 9% en el período), pero concentrados en los asalariados informales (+16,5%) y el cuentapropismo (+15%).

La expansión de estas dos modalidades ratifica que el mercado laboral no se enfrenta a un problema de cantidades: en general, quien lo desea mayormente encuentra ocupación. El inconveniente es que la calidad de los puestos de trabajo generados no es la deseable.

El evidente desafío pasa entonces por revertir esta tendencia, pero también debe ser comprender las implicancias de esta “descomposición” del mercado de trabajo. En este sentido, el ejemplo más claro tiene que ver con que los patrones e intensidad del consumo de personas que poseen ingresos no garantizados y volátiles no son iguales a aquellos que están bajo el paraguas de un empleo formal. Estos dos grupos también tendrán demandas y necesidades diferentes, además de un uso subóptimo de parte de los recursos de un país (las personas pueden decidir dejar de estudiar para trabajar, reducir su tiempo de descanso, ocupar tiempo en obtener ingresos para poder subsistir, etc).



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