Actividad

Pese a la incertidumbre cambiaria y las restricciones a las importaciones, la actividad económica se mantuvo estable en julio



El Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) trepó 5,6% i.a. en julio, acumulando una variación de 6,4% i.a. en los primeros siete meses del año. De esta manera, la economía se ubicó un 3,0% por encima del mismo periodo acumulado de 2019 y un 0,8% por sobre 2018.

En términos desestacionalizados, exhibió un estancamiento respecto a junio (+0,0%), logrando acumular cuatro meses sin resultados negativos. Este desempeño se dio en un contexto de mayores controles a las importaciones (impuesto a finales de junio con la Comunicación “A” 7532 del BCRA) y la incertidumbre cambiaria -con un salto en la brecha- ocurrida desde inicios de mes con el cambio de gabinete económico (salida de Martín Guzmán).

En este contexto, la economía mostró una evolución más favorable a la esperada, ayudada por un mayor aporte positivo de determinados sectores de Servicios (como esparcimiento, intermediación financiera, entre otros) y la Construcción (de hecho, el ISAC creció 2,2% en julio), en contraste con una evolución algo más acotada de la Industria (el IPI se contrajo 0,8% en el mismo mes). Aquí, un factor que pudo haber ayudado para que la contracción no sea mayor fue la utilización de stocks remanentes para sostener la producción, principalmente durante la semana de incertidumbre cambiaria que generó costos de reposición de inciertos y posibles paralizaciones de la producción en determinados sectores.

Volviendo a la comparación interanual, se observó que 13 de los 15 sectores exhibieron subas. En este sentido, los Servicios (+6,5% i.a.) se ubicaron por encima de los Bienes (+4,1% i.a.) por quinto mes consecutivo, acumulando subas de 7,9% i.a. y 3,9% i.a., respectivamente.

Dentro de los sectores de Servicios, todos los sectores mostraron cifras positivas, donde las más pronunciadas ocurrieron en Hoteles y restaurantes (+45,7% i.a.) y Otras actividades de servicios sociales y personales (+9,5% i.a.). De todas formas, las mayores incidencias positivas se observaron en Comercio mayorista, minorista y reparaciones (+5,7% i.a.) y Transporte y comunicaciones (+8,8% i.a.), que en conjunto explicaron casi 1,5 p.p. de la variación interanual de la actividad.

Por su parte, dentro de los sectores de Bienes las subas más grandes ocurrieron en Explotación de minas y canteras (+13,6% i.a.) y Construcción (+6,8% i.a.). Pese a esto, el sector con mayor incidencia positiva fue la Industria manufacturera (+5,6% i.a.), explicando casi 1 p.p. de la variación del nivel general. A diferencia, los dos sectores con caídas fueron Agricultura y ganadería (-2,7% i.a.) y Electricidad, gas y agua (-2,1% i.a.), el primero afectado por la menor cosecha y el segundo por la menor demanda ocasionada por la suba parcial de tarifas de servicios públicos.

¿Qué esperamos hacia adelante?

Estimamos que la actividad económica pueda exhibir una (leve) caída desestacionalizada en agosto, o, en el mejor de los casos, un nuevo estancamiento. En este sentido, la economía podría haber mostrado con cierto rezago los efectos de la incertidumbre financiera de julio, en un contexto en el que se vayan diluyendo los efectos del uso de stocks que habían ayudado al sostenimiento del nivel de actividad.

Para el resto del año, la evolución de la economía exhibirá un enfriamiento. Las perspectivas de los últimos meses del año estarán afectadas por una continuidad en las restricciones a las importaciones, que limitarían la expansión del mercado interno (menor oferta de bienes importados) y generarían complicaciones en los procesos productivos (ante menores insumos disponibles). Además, la aceleración inflacionaria golpeará con mayor fuerza a los ingresos, mientras que el ajuste de tarifas de servicios públicos le restará ingreso disponible a los hogares para consumir.

A esto se le sumará un sesgo más contractivo de la política económica, determinado por el encarecimiento del crédito al consumo y la inversión por el ajuste de tasas y un menor impulso fiscal, en un contexto en el que deberá cumplirse la meta de déficit primario acordada con el FMI de 2,5% del PIB.

Pese a estas perspectivas acotadas, elevamos nuestra proyección a 4,5% i.a. en el promedio anual de 2022. El motivo de este cambio es un mayor arrastre estadístico para el resto del año luego de incorporar los datos del PIB del segundo trimestre, así como un desempeño mejor al esperado en julio. De todas formas, este número incluye el mencionado freno al crecimiento de la actividad en el segundo semestre: la economía exhibiría una caída de casi 1 p.p. al contrastar diciembre de 2022 vs junio del mismo año.

Para 2023, la compleja situación de acumulación de reservas internacionales junto a las dificultades para la reducción de la nominalidad de la economía (en el mejor de los casos, la inflación se desacelerará muy lentamente), hacen que mantengamos una proyección acotada para el año entrante (en torno al 1%, en línea con el crecimiento poblacional).



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