Empleo e Ingresos

Luces y (más) sombras del mercado laboral



La tasa de desempleo alcanzó 5,7% de la Población Económicamente Activa en el último trimestre del 2023, continuando en los menores registros desde el reinició de la publicación en 2016. En los últimos cuatro años, la tasa de desempleo cayó significativamente.

Al mismo tiempo se observó una participación en el mercado de trabajo récord. Este fenómeno -en combinación con el descenso de la tasa de desempleo- implica que el empleo creció. Sin embargo, esto no fue necesariamente por los buenos motivos: creció significativamente la informalidad y el empleo público, modalidades que se destacaron por encima del magro avance del empleo asalariado formal.

Esperamos que la pobre situación del mercado de trabajo empeore durante 2024, especialmente en los primeros meses del año. Por este motivo, esperamos un aumento del desempleo combinado con un incremento de modalidades de empleo de baja calidad.

¿Qué ocurrió en el mercado de trabajo en el cuarto trimestre?

El INDEC informó las principales tasas del mercado de trabajo del cuarto trimestre de 2023, donde se registró un nuevo récord de participación en el mercado laboral: alcanzó 48,6% de la población. Comparando con el último trimestre del año previo, el aumento fue de 3%, bien por encima del crecimiento vegetativo (debajo de 1%).

Tal como ocurrió a lo largo del 2023, la mayor participación fue absorbida por el empleo: la cantidad de ocupados creció 3,5% i.a. Esta vez, las distintas modalidades exhibieron una expansión relativamente homogénea: los asalariados informales aumentaron 4,4% i.a., los formales 3,3% i.a. y los cuentapropistas 2,6% i.a. Como resultado, la tasa de desempleo se mantuvo en 5,7% de la Población Económicamente Activa, el menor valor desde que se reinició la publicación de la serie a mediados de 2016.

El descenso del desempleo maquilla cuatro años sin demasiados resultados

Tomando el promedio del año, la tasa de desempleo fue de 6,1%, reflejando así una caída de casi 4 p.p. respecto del promedio de 2019. Probablemente, la mejora de este indicador pueda ser el principal dato para rescatar de la gestión del Frente de Todos en lo que refiere al mercado laboral.

La crisis de que tuvo lugar en 2018-19 y afectó sustancialmente el poder adquisitivo, volcó a una masa de trabajadores al mercado laboral con el objetivo de apuntalar los alicaídos ingresos familiares. Luego de cuatro años, la participación continuó en alza (+1,8%, considerando el crecimiento de la población), demostrando que esa necesidad no desapareció y que hay una mayor permanencia en el mercado de trabajo.

Justamente, parte de esta necesidad se observa en la poca creación de empleo de calidad. El crecimiento del 6% (neto del crecimiento poblacional) de los ocupados en los cuatro años fue traccionado por una suba superior al 11% de los trabajadores informales, mientras que los ocupados del sector formal apenas subieron un 5%. Además, dentro del sector registrado el incremento se explicó mayormente por el sector público, que registró un aumento de 13,5%.

Por su parte, esta baja calidad del empleo, basado en la informalidad y la absorción del sector público, se agrava si se analizan los microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). Dicha información sugiere que, desde la salida de la pandemia, los programas de empleo jugaron un rol importante a la hora de suscitar la mencionada baja del desempleo: hasta el tercer trimestre del año (últimos microdatos disponibles), estimamos que la tasa de desempleo podría haber sido 2 p.p. mayor si excluimos el impacto de los programas, lo cual refleja su relevancia para sostener un bajo nivel de desocupación. Este punto abre un signo de interrogación para 2024 tras el fuerte ajuste fiscal implementado por el gobierno, donde los programas de empleo forman parte de los gastos bajo la mira de las autoridades.

¿Qué esperamos para 2024?

El impacto inicial de la devaluación y la recesión económica tendrá resultados claros sobre el mercado de trabajo. Por el lado de los puestos de trabajo, la parálisis en algunos sectores (como los ligados a la obra pública, por ejemplo) y la caída de la demanda provocará una destrucción de empleo que, por el momento, no sería generalizada. Sin embargo, habrá que esperar para ver con claridad cuál es el efecto final de las medidas del gobierno respecto al empleo público.

Por otro lado, teniendo en cuenta la aceleración de la inflación y su efecto sobre los ingresos, es de esperar que tanto los nuevos desempleados, como personas que estaban inactivas (no trabajaban ni buscaban empleo) vuelvan a insertarse en empleos de baja calidad: la situación socio-económica es lo suficientemente mala como para esperar conseguir un empleo deseable.

Por este motivo, esta nueva potencial masa de desocupados no implicaría necesariamente un sustancial incremento en el desempleo. Incluso en un escenario crítico, es de esperar que parte de la pérdida de empleo formal migre hacia puestos de trabajo informales y cuentapropistas, caracterizados por ser de menor calidad. Este cambio, si bien no es deseable, puede ser un factor que contenga el incremento del desempleo.

A modo de cierre, este abrupto deterioro del mercado de trabajo (tanto desde la óptica del empleo como de los salarios) es la otra cara de la moneda de haber evitado una espiralización nominal y, en todo caso, una condición necesaria para que el gobierno logre, más temprano que tarde, una recesión suficiente para moderar la dinámica inflacionaria.

 



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