Empleo e Ingresos

Los salarios al ritmo de la inflación



Los salarios de la economía crecieron 10,3% en marzo y acumularon una suba de 45,5% en el primer trimestre. Con una inflación del 51,6% para el mismo periodo, la pérdida acumulada en términos reales se ubica en torno al 4%. Sin embargo, el índice esconde ciertas particularidades.

Incluso en el sector más beneficiado (trabajadores formales del sector privado) por los ajustes salariales prácticamente mensuales durante el verano, la rápida desaceleración de la inflación no fue suficiente para que el poder de compra se recomponga del golpe generado a finales del año pasado.

En este contexto, la fijación de salarios en función de la dinámica descendente de los precios impedirá que a lo largo del año los ingresos recompongan el poder adquisitivo perdido. Así como los shocks inflacionarios se trasladaron rápidamente a la dinámica salarial durante los últimos dos años (producto de paritarias de corta vigencia), ahora ocurre lo contrario tras la súbita desinflación de estos últimos meses.

Los salarios de la economía crecieron 10,3% en marzo y acumularon una suba de 45,5% en el primer trimestre. Con una inflación del 51,6% para el mismo periodo, la pérdida acumulada en términos reales se ubica en torno al 4%. Sin embargo, el índice esconde dos consideraciones.

En primer lugar, una cuestión técnica con los salarios de los trabajadores no registrados: este indicador se calcula utilizando la información de la Encuesta Permanente de Hogares que elabora trimestralmente el INDEC, motivo por el que es un indicador que tiene cierto rezago. Puntualmente, el dato publicado para marzo corresponde a los salarios del cierre del año pasado, por lo cual no tienen incorporado el nuevo piso nominal impuesto tras la devaluación. En este sentido, posiblemente la caída real de los salarios fue levemente menor a lo reflejado por el índice general para los tres primeros meses del año.

Entonces, al tomar únicamente la información de los trabajadores formales, observamos que durante los primeros tres meses del año los del sector privado registrado experimentaron una mejora de 50,5% (muy cerca de la inflación acumulada), mientras fue de apenas 43,2% para los del sector público.

Si bien la diferencia es considerable, no debería ser una sorpresa: las remuneraciones a los trabajadores públicos (incluso pese a ser una línea del gasto no tan significativa) fueron una de las partidas que sufrieron una “licuación” desde el cambio de mandato.

Por su parte, la segunda consideración es más analítica: quedarse con la dinámica del primer trimestre de los trabajadores formales resulta incompleto. Tan sólo con sumar diciembre, el deterioro del poder adquisitivo supera 15% (y alcanza 18% si sumamos noviembre), valores que son incluso más bajos para los trabajadores públicos (pierden más de 20% respecto a diciembre y casi 25% con relación a noviembre).

¿Qué implica esto? Incluso en el sector más beneficiado (trabajadores formales del sector privado) por los ajustes salariales prácticamente mensuales durante el verano, la rápida desaceleración de la inflación no fue suficiente para que el poder de compra se recomponga del golpe generado a finales del año pasado.

En este contexto, la fijación de salarios en función de la dinámica descendente de los precios impedirá que a lo largo del año los ingresos recompongan el poder adquisitivo perdido. Así como los shocks inflacionarios se trasladaron rápidamente a la dinámica salarial durante los últimos dos años (producto de paritarias de corta vigencia), ahora ocurre lo contrario tras la súbita desinflación de estos últimos meses. Esta dinámica se reflejada en nuestro relevamiento de paritarias del sector privado.

En este sentido, resulta difícil pensar que una lenta recuperación del salario real en los próximos meses sea un factor que colabore con una rápida recuperación de la economía. Si bien la baja en las tasas de interés podría parcialmente compensar esta situación, la escasa previsibilidad de los ingresos -a lo que además se podrían sumar problemas en el empleo- pesará más a la hora de las decisiones de gasto en los hogares.

Dentro del programa económico delineado por las autoridades, no parece obvio que al Gobierno le convenga validar una abrupta recuperación del poder adquisitivo. La marcada desaceleración de la inflación y la nominalidad en la economía se debe en buena parte a la profunda recesión. Por ende, una recuperación vía mejora del poder adquisitivo podría operar en sentido contrario.

Por el lado de la oferta, los aumentos salariales comenzarían a impulsar los costos, lo cual se sumaría a los mayores costos operativos asociados al encarecimiento de los servicios públicos. En cuanto a la demanda, la recuperación del poder de adquisitivo podría impulsar el consumo, dando un mayor espacio a las empresas para trasladar la suba de costos a los precios.



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