Sectorial

La industria y la construcción rehenes de la recesión económica



¿Qué pasó con estos sectores en noviembre?

El Índice de Producción Industrial Manufacturera (IPI Manufacturero) y el Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC) se contrajeron 4,5% y 5,2% respectivamente, en relación con igual mes del año pasado. Estos sectores continúan débiles (mostraron, en cada caso, retrocesos de 6,9% i.a. y 8,0% i.a. en el acumulado del año) como consecuencia de la profundización de la recesión tras los resultados de las PASO, que provocaron un nuevo salto cambiario y una caída del poder adquisitivo, en un contexto de altas tasas de interés y creciente incertidumbre económica y política.

Cautivos del mercado interno

El magro desempeño económico impactó notablemente en aquellos sectores basados en la demanda interna. La inflación erosionó el poder adquisitivo de las familias y las altas tasas de interés no dejaron margen para el financiamiento del consumo.

En consecuencia, y pese a la quita de IVA en algunos productos, la industria de alimentos y bebidas tuvo incidencia negativa en el índice al retroceder 1,9% i.a. en noviembre. Entre los más afectados se encuentra la preparación de frutas, hortalizas y legumbres, azúcar, productos de confitería y chocolate, fiambres y embutidos, bebidas y lácteos. En la misma dirección, la industria de la indumentaria, que destina 90% de su producción al mercado interno, se contrajo 6,4% i.a.

Asimismo, el deterioro del poder de compra en dólares, en un contexto de elevado costo del financiamiento afectó a las industrias relacionadas a los bienes durables, destacándose el retroceso de equipos de transporte (casi -25% i.a.) y productos de metal (-14,5% i.a.).

Por su parte, continúan sin lograr fugarse de la crisis interna las industrias proveedoras de otros sectores. El declive de la construcción resultó en menor producción de cemento (-8,2% i.a.), productos de la siderurgia (-5,8% i.a.) y del aluminio (-2,8% i.a.). A la mencionada caída del salario medido en dólares, se le sumó el desplome de la inversión pública en gastos de capital ( reducción que superó el 30% i.a. en términos reales) para explicar esta dinámica.

En cambio, las exportaciones continúan siendo el único oxígeno de la economía, los sectores que menos se contrajeron siguen siendo aquellos vinculados con la demanda externa. Tal es el caso del sector agropecuario y petrolero.

En este sentido, si bien la industria de alimento y bebidas se redujo a nivel general, se destacó el crecimiento de vino (+11,5% i.a.); molienda de cereales (+6,9% i.a.); carne (5,7% i.a.); yerba mate, té y café (+3,2% i.a.); galletitas; productos de panadería y pastas (+2,4% i.a.); que fueron beneficiadas por la buena performance del sector agropecuario.  Por su parte, la Refinación de Petróleo se incrementó 3,7 % i.a. Dicho dinamismo estuvo explicado principalmente por el desarrollo de los hidrocarburos no convencional en Vaca Muerta, que creció 51,7% i.a. Asimismo, la Industria Plástica, que provee a otros sectores, mostró un repunte al crecer 2,4% i.a. en noviembre.

 

¿Qué se espera hacia adelante?

Las perspectivas para el 2020 son conservadoras. Las recientes medidas en favor de sectores con una mayor propensión al gasto podría poner un piso a la caída del consumo, pero difícilmente provocaría una mejora del poder adquisitivo generalizada que genere un rápido rebote del nivel de actividad en los próximos meses.

Por su parte, el sector externo seguiría siendo un aliciente para la economía. Aquellas ramas industriales vinculadas al sector externo – agropecuario, petróleo y gas- lograrán mantener la expansión, aunque a un ritmo menor como consecuencia del alza de las retenciones a las exportaciones y las dificultades para girar dividendos al exterior, lo que, junto a un eventual congelamiento del precio de los combustibles, podría frenar la inversión.

En lo que respecta a la construcción, no se espera un despegue en el corto plazo, en la medida que no mejore la inversión pública. Adicionalmente, el endurecimiento del cepo resultará en efectos contrapuestos sobre la decisión de construir: incentiva la adquisición como refugio de valor ante mayores restricciones, aunque por este motivo también restará dinamismo el sector inmobiliario.

 

 



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