Editorial

La economía argentina está a la deriva: ¿a la deriva de qué?



Tras las PASO, el dólar y el riesgo país se dispararon y la bolsa porteña se desplomó. Para peor, la renovación de LELIQs, muy vinculada a la evolución de los depósitos del sector privado, fue inferior al 10% del total de los vencimientos. Al cierre del mercado, el presidente Macri brindó una conferencia de prensa donde hecho más nafta al fuego: le pidió a la fuerza ganadora, el Frente de Todos, que hiciera una autocrítica acerca de por qué los mercados no le creían.

El deterior de mercado cambiario y la cotización de los bonos soberanos se profundizó a comienzos del martes 13 de agosto. Sin embargo, en el medio de la jornada, el Banco Central vendió USD 150 millones de Reservas y el tipo de cambio parecía estabilizarse en la zona de 55 ARS/USD. En este contexto, la renovación de LELIQs del martes superó a los vencimientos y el riesgo país se estacionó en torno de los 1.600 puntos.

En pos de continuar con esta lógica estabilizadora, a comienzos del día, Macri hizo un mea culpa por la conferencia de prensa del lunes y anunció un paquete de medidas para aliviar el golpe generado por la nueva corrida cambiaria-financiera. Entre ellas, sobresale la posposición de diversos impuestos a distintos universos de trabajadores (ganancias, monotributo, autónomos), dos pagos extras de Asignación Universal por Hijo, un bono a los trabajadores públicos nacionales de ARS 5.000 en agosto y septiembre, un plan de financiamiento a diez años para PyMES endeudadas con la AFIP y el congelamiento en el precio de las naftas por los próximos tres meses. Este paquete compensatorio conllevaría un costo de ARS 40.000 millones para el Sector Público Nacional, equivalente a 0,2% del PBI.

Cabe destacar que estas medidas se dan de manera simultánea con un salto de precios que acumularía por lo menos 10% entre agosto y septiembre, de modo que su impacto sobre la actividad económica será limitado. De hecho, estimamos que la recesión se profundizaría aún más en las próximas semanas producto del salto cambiario y de precios, la desaparición del crédito bancario y la elevada volatilidad e incertidumbre reinante.

En este marco, la respuesta de los mercados (cambiario y financiero) no fue la deseada por el oficialismo. Primero porque el paquete es una especie de “alivio”, transitorio por definición y válido en algunos casos sólo hasta octubre; a contramano, la pérdida de poder adquisitivo seguirá más allá de las elecciones. Además, porque en contextos de elevada incertidumbre y volatilidad como el actual, mayores ingresos no se trasladan necesariamente a un mayor consumo sino que redundan en un incremento del ahorro en moneda dura. Por último, pero no por ello menos importante, el mercado pareciera estar más atento a las definiciones económicas de Alberto Fernández, muy probablemente el próximo presidente, que a las de Macri.

En respuesta, el dólar de referencia encadenó su tercer día frenético (+4,5% en la jornada de hoy) y acumula un salto de 30% desde el viernes pasado a la par que el riesgo país llegó a los 1.900 puntos básicos (un nivel similar al de octubre de 2001, por ejemplo). Además, se suspendió la licitación de LETEs en dólares a marzo de 2020 y solo se rolleó el 40% de los vencimientos para la de noviembre de este año (posiblemente, con ANSES, bancos públicos e instituciones privadas que por razones de regulación no pueden acceder a otros activos). En materia financiera, el único dato positivo fue que el Banco Central más que renovó todos sus vencimientos de LELIQs sin subir la tasa de interés, por lo que la amenaza de una dolarización masiva de los plazos fijos no se ha concretado aún.

Ante la escalada de la crisis cambiaria y financiera es central conocer qué pasará en las próximas jornadas, fundamentales para determinar el escenario en que asumirá el próximo presidente electo. El primer punto relevante es el traslado a precios de esta nueva suba del dólar y su impacto en el poder adquisitivo. En este sentido, los mecanismos de transmisión están relativamente contenidos por el momento; no obstante, si se materializa el pedido de la CGT de realizar paritarias mensuales esta contención podría diluirse. Por otra parte, la recesión que venía atravesando la economía argentina impide trasladar todo el aumento de los costos a los precios de venta, ya que la demanda no convalida esas subas. En consecuencia, un escenario de hiperinflación luce aún lejano, pero no es posible descartarlo.

Aun cuando los efectos inflacionarios de este salto cambiario sean menores que en otras oportunidades, serán importantes y le ponen un piso del 50% a la inflación de 2019. Dado que los salarios se fijaron esperando una inflación sensiblemente menor, la pérdida de poder adquisitivo será importante en cualquier escenario. Esto golpeará todavía más a la demanda, trasladando la crisis que ya atraviesa a la parte nominal de la economía al sector real.

Por último, el ratio entre la deuda pública, nominada mayormente en moneda extranjera, y el PBI, expresado en pesos, ya se disparó por el descalce de monedas. Más allá del sentido macroeconómico de este indicador, es la principal referencia para los agentes financieros en sus decisiones de cartera. El deterioro de dicho ratio profundiza la salida masiva de capitales de nuestro país y la venta generalizada de bonos soberanos, llevando al riesgo país (precios de la deuda pública) a zona de default. Si esta dinámica no se modifica en las próximas semanas es posible que nuestro país deba reestructurar sus compromisos de deuda relevante en el corto plazo.

En resumen, el nuevo escenario configura un panorama extremadamente delicado, tanto para la coyuntura económica como para su desempeño en los próximos meses, que a esta altura parecen el largo plazo. Cuanto antes se recuperen las referencias nominales, menor será el daño y mayores las chances de sortear un escenario de default. Ojalá que las señales políticas positivas de las últimas horas entre Macri y Alberto Fernández sean la luz al final del túnel que estamos necesitando. De lo contrario, la crisis seguirá in crescendo.



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