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Industria y Construcción: un fin de año para el olvido



¿Qué pasó con la Industria y la Construcción en 2018?

El Indice de Producción Industrial Manufacturero (IPI manufacturero) cayó 14,7% i.a. en diciembre y 1,7% desestacionalizado respecto al mes previo, lo que indica que el derrumbe se profundizó en el último mes del año, registrando una contracción de 5% i.a. en 2018. Vale destacar que el IPI manufacturero reemplaza al Estimador Mensual Industrial (EMI) y que el INDEC publicó información desde 2016 que permite analizar la evolución de la industria desde ese momento.

El deterioro alcanzó a la mayoría de las ramas industriales. El año pasado registraron las mayores caídas las ramas Equipo de Transporte –excluye automotor- (-24,1%), Maquinaria y Equipo (-18,4%), Muebles y Colchones (-12,6%), Textiles (-10,7%) y Caucho y Plástico (-10,1%). Por el contrario, las únicas que se expandieron levemente fueron Industrias Metálicas (+3%), Vehículos y autopartes (+2,8%) y Productos Minerales no Metálicos (+0,2%).

Por su parte, el Indicador sintético de la actividad de la construcción (ISAC) retrocedió 20,5% i.a. en el último mes del año, acumulando cuatro meses de caída consecutiva. Sin embargo, gracias a un comienzo del año positivo, la construcción promedió en 2018 un leve crecimiento (+0,8%).

¿Cuál fue el peor momento del año?

Las turbulencias cambiarias y la sequía que tuvo lugar durante el primer semestre del año habían comenzado a afectar negativamente a la industria a tal punto que el acumulado ya se había vuelto negativo en agosto de 2018. Sin embargo, el abrupto salto cambiario al cierre de ese mes, junto a la aceleración de la inflación, el deterioro del salario real y la consecuente incertidumbre económica sepultaron cualquier intento de recuperación en los últimos cuatro meses del año.

Conjugado un nuevo escenario económico, con una demanda interna en retroceso por la abrupta caída del poder adquisitivo en pesos y dólares y un elevado costo de financiamiento producto del apretón monetario para lograr la estabilización cambiaria, las empresas comenzaron a ajustar su producción. Especialmente una vez disipada la parálisis provocada por la incertidumbre económica reinante durante septiembre y octubre. Como resultado, la industria cayó más de 10% -en términos desestacionalizados- en el último cuatrimestre del año.

Por su parte, a la menor inversión que se desprende del contexto mencionado anteriormente, se sumó la austeridad necesaria para cumplir con la reducción del déficit fiscal acordado con el FMI, lo que se tradujo en un retroceso de la obra pública. En consecuencia, la construcción, que fue uno de los motores de la actividad en 2017, se contrajo casi 15% en términos desestacionalizados en los últimos cuatro meses del año.

¿Qué esperamos para 2019?

Los datos reflejan que tanto la industria como la construcción todavía no han alcanzado un piso, el cual estimamos llegue durante el primer trimestre de este año. En lo que respecta a la actividad fabril, las perspectivas no son muy alentadoras, ya que estimamos que el salario real no crecerá hasta la mitad del año y que la política de tasas reales positivas se mantendrá durante este año. Por lo tanto, continuarán activos dos de los factores que suscitaron la aceleración de la caída. El único driver que podría impulsar al sector es la mejora cambiaria (las industrias con mayor potencial exportador y de sustitución de importaciones crecerán este año) pero luce insuficiente.

La construcción, por su parte, tardó más en acusar el impacto de la crisis. Esto en parte se debe a la expansión que tuvieron los créditos hipotecarios indexados en el primeros meses de 2018, lo que impidió que el sector se contraiga más durante la segunda parte del año. No obstante, los efectos negativos del nuevo contexto económico sobre la actividad se harán sentir durante casi todo el 2019. Con la inversión privada paralizada y el retroceso de la obra pública en el marco de un camino hacia el equilibrio fiscal, auguran un año en rojo para la construcción. De hecho, este sector será uno de los más castigados en 2019, a diferencia de lo ocurrido en los últimos años electorales, cuando se configuró en motor de la economía.



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