Política

En busca del relato perdido



Si efectivamente lo que sucedió en Argentina es que sobrevino una tormenta -como quiere describir el Gobierno a la crisis cambiaria tratando de deslindar responsabilidades propias y depositarlas en razones de fuerza mayor-, lo que sigue ahora es lo que viene siempre después de las grandes tormentas: calcular el daño producido. Y el daño que dejó la tormenta fue importante:

  • Una imagen del Gobierno por el piso (28,8% de valoración positiva).
  • Expectativas hundidas en el pesimismo (sólo el 25,9% cree que el país va a mejorar en un año y sólo el 20,0% cree que su situación económica personal mejorará en 12 meses).
  • Una opinión pública preocupada por la economía (el 58,7% cree que la inflación y la desocupación son los principales problemas que afectan al país y no la corrupción o la inseguridad).

Si uno deja de lado la indagación cuantitativa (encuestas) que nos permite describir la situación, y complementa el análisis a través de la indagación cualitativa (focus group) que nos permite entender aquella situación descrita, se va a encontrar con que la tormenta dejó daños importantes sobre dos activos fundamentales del Gobierno: su capacidad y su credibilidad.

De los estudios cualitativos surge que el enojo de la gente se focaliza en:

  • Cierto convencimiento, a partir de la crisis cambiaria, de la incapacidad del Gobierno para resolver los problemas económicos.
  • Cierto malestar porque el Gobierno no cumplió sus promesas (en el mejor de los casos) o mintió (en el peor de los casos).

Tanto la indagación cuantitativa, como la cualitativa confirman la necesidad de que el Gobierno debe construir un nuevo relato (explicación) de lo que pasó, porque la explicación dominante en la cabeza de la gente (y en muchos votantes de Cambiemos) es que el Gobierno fracasó y mintió.

Cualquier explicación que el Gobierno pretenda dar de lo que pasó (la sequía, las tasas de la FED, el déficit fiscal) necesitará de la recuperación para convalidarse. Y el Gobierno necesita que esa recuperación tenga el timming necesario para mejorar la competitividad electoral del Gobierno. Todo el crecimiento, toda la recuperación del salario real y toda la baja de la inflación que se pueda registrar antes de la elección, deberá suceder lo antes posible a la votación para ser lo más competitivos posibles.

Pero, crisis de por medio, todo ello no será suficiente sin las dos condiciones que ya hemos marcado anteriormente como necesarias para que el Gobierno pueda sortear el desafío electoral de 2019:

OPOSICIÓN DIVIDIDA: Con una mayoría del electorado con tendencia al voto opositor (48,3% según Synopsis en julio), es necesario que la oferta electoral opositora esté dividida. Lo bueno para el Gobierno es que, no es sólo que la oposición está dividida, sino que el electorado opositor también lo está: algunos votantes opositores están dispuestos a votar ofertas opositoras moderadas (Massa, Urtubey), pero no ofertas más radicales (CFK, Rodríguez Saá); al tiempo que otros sí quieren votar opositores duros, pero no opositores blandos. Esto dificultaría la posibilidad de que la oferta electoral opositora esté unificada, ya que ante la disyuntiva Macri-CFK podría volverse oficialista.

QUE LA OFERTA ELECTORAL OPOSITORA MÁS COMPETITIVA SEA KIRCHNERISTA: Las dificultades que empieza a encontrar el peronismo federal para conformar una oferta electoral opositora alternativa al kirchnerismo (sin candidato dominante y sin candidaturas atractivas en distritos como CABA o Provincia de Buenos Aires), convalida la idea de que hoy, lo más probable es que quien termine siendo más competitivo para enfrentar a Macri en 2019 sea la oferta electoral kirchnerista (sea CFK u otro candidato de su sector), y eso es un escenario deseado para el Gobierno.

De cuándo se produzca la recuperación, de que la oposición siga dividida, y de que el kirchnerismo sea la oferta electoral más competitiva, dependerá en gran medida el triunfo del oficialismo.



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