Sector Externo

El 2022 cerró con el menor saldo comercial desde 2018



En diciembre el saldo comercial orilló los USD 1.100 millones. Concretamente, las exportaciones alcanzaron los USD 6.100 millones (-7% i.a., tercera reducción interanual en 2022), mientras que las importaciones registraron una marcada caída del 19% en su comparación interanual, registrando apenas USD 5.000 millones en el último mes en el marco de la continuidad de las restricciones.

Centrando la mirada en los rubros, por el lado de las ventas externas, se destacó el descenso de Productos Primarios (-26% i.a.) y las Manufacturas de Origen Industrial (-9% i.a.). En cuanto a las compras, los principales rubros que explicaron la caída fueron Bienes de Capital (-24% i.a.) y Bienes Intermedios (-19% i.a.).

Con estos números, el saldo comercial acumulado en 2022 trepó a USD 6.800 millones, el más bajo desde el 2018, pese a unos términos de intercambio históricamente elevados. Tanto las exportaciones (USD 88.300 millones aproximadamente) como las importaciones (cerca de USD 81.500 millones) alcanzaron valores inéditos, donde influyó la elevada inflación global. Como resultado, respecto al promedio histórico el precio de los productos vendidos al exterior creció un 78%, mientras que el de las compras externas lo hizo en un 31%.

Con todo, ¿qué explicó la reducción en el saldo comercial ante términos de intercambio en máximos históricos? ¿qué esperamos para 2023?

Pasando revista a 2022

Durante el 2022, el intercambio comercial reflejó limitantes estructurales. Esto es, los beneficios de la suba en el precio de las commodities, desatado por la guerra entre Rusia y Ucrania, no impulsaron un aumento de las cantidades exportadas, que, lejos de esto, retrocedieron respecto al año anterior (-2%), afectadas en parte por la sequía. En este sentido, una economía doméstica dependiente de las exportaciones agropecuarias y que no logra aumentar los volúmenes exportados (estancados desde 2008) no pudo más que ser un sujeto pasivo con relación a los vaivenes del mercado internacional. Para dimensionar, si los precios se hubieran mantenido constantes con relación al promedio de 2021, las exportaciones hubieran totalizado cerca de USD 76.000 millones (USD 12.300 menos que este año).

Asimismo, las inconsistencias macroeconómicas impactaron en las cuentas externas. La apreciación del tipo de cambio real (25% acumulada desde finales de 2019) y la elevada brecha cambiaria generaron persistentes expectativas de devaluación, configurando un año de incentivos a la demora de las exportaciones y el adelantamiento de las importaciones. En efecto, el aumento de las compras externas (+11% i.a.) contribuyó al deterioro del saldo comercial.

A esto se le sumaron las ya conocidas consecuencias del desmanejo de la política energética que se arrastran de los últimos años que, lejos de mejorar, continuó agravándose. De este modo, durante 2022 las importaciones del sector crecieron USD 7.000 millones con relación a 2021 (pasaron de USD 5.900 M a USD 12.900 M). Más allá de que este salto estuvo propiciado principalmente por el marcado incremento en los precios de la energía (+72% i.a.), si las cotizaciones se hubieran mantenido constantes respecto a 2021 el salto en los volúmenes importados (+26% i.a.) hubiese explicado por si sólo un crecimiento en las importaciones por USD 1.700 millones.

En este marco, las restricciones a las importaciones surgieron para quebrar la dinámica del frente externo y facilitar la acumulación de reservas. La combinación de limitantes estructurales, inconsistencias macroeconómicas y las obligaciones en el cumplimiento de las metas con el FMI “obligaron” al Gobierno a tomar medidas que torcieran el rumbo, imponiendo restricciones que posibilitaran el ingreso de divisas en las arcas del BCRA.

Concretamente, durante el último mes de 2022 los volúmenes de las importaciones no energéticas (medidas de forma desestacionalizada) sufrieron la primera variación interanual negativa del año (-12%).

¿Qué esperamos para 2023?

Durante el primer trimestre, es probable que las restricciones a las importaciones se intensifiquen, en línea con lo ocurrido en diciembre. La instrumentación del Programa de Incremento Exportador (PIE, también conocido como “dólar soja”), en sus diferentes versiones, logró las metas de liquidación que buscaba el Gobierno, pero a la vez resultó inconsistente temporalmente: redujo el producto a vender a lo largo del 1T de 2023 y generó incentivos para retener a la espera de una nueva edición.

A esto se le suma el estrés sobre las cuentas externas que impone la sequía, lo que constituye un panorama aún más delicado. Los diferentes informes de las entidades especializadas del sector estiman, bajo un escenario base, una caída en las exportaciones agrícolas del orden de los USD 8.000 a los USD 10.000 millones con relación a 2022. A su vez, a diferencia de lo ocurrido el año pasado, los precios internacionales no compensarán los menores volúmenes de la cosecha.

El set de políticas macroeconómicas seguirá vigente durante 2023. En el año electoral, el Gobierno evitará una corrección abrupta en el tipo de cambio oficial y, en pos de evitar una apreciación que profundicé aún más el drenaje de divisas, se buscará sostener un ritmo de devaluación en línea con la inflación.

Por ende, en un contexto de menor influjo de divisas comerciales, la persistencia de un atraso cambiario seguirá teniendo como correlato un exceso de demanda de divisas que deberá ser administrado. Como consecuencia, este desbalance será compensado a través de una continuidad en las restricciones a las importaciones, probables nuevas ediciones del “dólar soja” e ingresos adicionales que puedan conseguirse vía la cuenta financiera.

En este escenario, cobra un rol fundamental la puesta en marcha del Gasoducto NK previo al inicio de la temporada invernal. Como ya mencionamos, el año pasado el aumento de las cantidades energéticas importadas erosionó buena parte del resultado del saldo comercial. En este sentido, no sólo su inauguración es relevante per se, sino también las expectativas del cumplimiento de los plazos que, de no validarse, derivarían en la necesidad de prever mayores licitaciones para la compra y posterior importación de energía previo a la temporada invernal.



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