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Chile: El Banco Central Sorprende



El Informe de Política Monetaria (IPOM), que se publica cuatro veces al año es un evento ampliamente esperado, porque es el momento en que el instituto emisor se extiende en explicar su visión de la coyuntura y el mediano plazo para la economía chilena, de una manera en que no puede hacerlo en los comunicados posteriores a la Reunión de Política Monetaria (RPM) que, desde este año, se realiza sólo ocho veces en el año, en vez de las doce tradicionales. Además, el presidente del Banco Central, luego de la presentación frente a la Comisión de Hacienda del Senado o, como en cada septiembre, frente al pleno del Senado, responde todas las preguntas que los senadores tengan interés en hacerle, de manera que surge un cuadro detallado y completo de lo que el ente rector de la política monetaria piensa de la economía nacional. Normalmente, este es un evento bastante predecible, en el que las sorpresas escasean y el Banco Central evita pronunciarse respecto de temas que tengan aristas políticas centrándose, en cambio, en las materias técnicas propias de su ámbito de acción.

Esta vez (5 de septiembre), el Banco Central se jugó mucho más que en otras ocasiones y presentó un panorama que, en nuestra interpretación, es muy optimista y confirmo el anticipo realizado en el IPOM de junio y refrendado en la RPM del 4 de septiembre, de que la tasa de política monetaria (TPM) subirá antes de que termine el año. Si recordamos que sólo quedan dos RPM antes de que finalice el año, el 17 y 18 de octubre y el 4 de diciembre, lo que estaría anticipándose es un alza de 25 puntos base (o tal vez 50 puntos base), para el 4 d diciembre. Si bien la sorpresa en este ámbito reside en que se refrendó de una manera que no ofrece dudas el alza de tasas, algo que siempre ha tenido un componente de ambigüedad, lo más llamativo del IPOM es la importante corrección en la proyección de crecimiento para el presente año. El exceso de timidez que mostró en junio, cuando su proyección pasó de 3%-4% a 3,25%-4%, debiendo haber subido a 3,5%-4,25%, para elevar la estimación a 3,75%-4,25% ahora, se transformó en una proyección de 4%-4,5%, que tiene una cota superior casi imposible de alcanzar, ya que se requiere un crecimiento de 4,3% entre agosto y diciembre, y un piso que, en caso de acentuarse las tendencias actuales de desaceleración del crecimiento en el margen (desestacionalizado) y deterioro de expectativas, podría ser perforado sin que nadie pueda declararse sorprendido por el hecho. Cuesta entender, también, que el Banco Central declare cerrada la brecha de producto, cuando se acumularon holguras importantes en el período 2014-17 si se las compara con las estimaciones de PIB potencial de la época.

No obstante que el Banco Central reconoce los riesgos asociados al complejo escenario externo y la baja en el precio del cobre, estima que el balance de riesgos para el crecimiento es equilibrado, es decir, es igualmente probable que el crecimiento sea superior o inferior al valor central del rango proyectado. También sorprende que su justificación para anticipar un alza en la TPM con tanta confianza descanse exclusivamente en el crecimiento por sobre el potencial y el cierre de brechas, ambas variables no observables y sujetas a errores de estimación considerables, y no reconozca que la inflación está por debajo de la meta (2,6% vs 3%), no obstante que se está acercando gradualmente, por efecto exclusivo de la devaluación del peso durante el año y que, por otro lado, todos los indicadores de inflación subyacente, están en o por debajo del piso del rango de tolerancia de la meta (2%) y fluctuando entre 1,8% y 2%) desde comienzos de año.

El terreno que el instituto emisor no pisa, es el político interno, que revela una importante polarización y una creciente frustración del gobierno que no puede actuar como quisiera por la posición minoritaria que tiene en ambas cámaras del Congreso. Los errores no forzados se han traducido en un cambio de gabinete parcial y un ministro que duró un fin de semana en el cargo, así como en el rechazo al proyecto inicial de reajuste del salario mínimo. La batalla por la reforma tributaria, a la que se sumará aquella por la reforma previsional en el corto plazo, promete ser compleja, en un escenario de baja en la popularidad del presidente y su equipo, lo que genera ansiedad y la probabilidad de cometer más errores. Como sea, entre la evolución de los factores políticos internos y el deterioro en el escenario externo, que está afectando principalmente a las economías emergentes, las expectativas de los consumidores y empresarios se han deteriorado de manera persistente durante el año. Si a lo anterior se agrega un mercado del trabajo que no da señales claras de mejoría y una caída de los salarios reales en julio, por primera vez desde fines de 2008, no es sorprendente que el crecimiento de la economía, aunque ha sorprendido positivamente hasta julio, esté exhibiendo señales de debilidad en el margen y, aunque es probable que logre cerrar el año con una expansión de 4%, todo apunta a que repetir el resultado en 2019 se ve virtualmente imposible, algo que el propio Banco Central reconoce, al proyectar rangos de crecimiento de 3,25%-4,25% para el próximo año y 2,75%-3,75% para 2020. En este escenario, la conveniencia o necesidad de jugarse por un escenario de normalización en la TPM parece innecesario o, por lo menos, apresurado.

 



Consultora Gemines (Alianza LAECO)

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